Con el corazón todavía roto por una relación fallida, conocí a Cal Scott. Él era justo lo que me hacía falta: un chico guapo, una distracción. Con su casi metro noventa de estatura, su cabello negro como el ébano, sus ojos grises y su sonrisa misteriosa, supe que era un tipo al que le atraían los riesgos. Y, por primera vez en mi vida, arriesgarme era justo lo que necesitaba. No. Era justo lo que quería. No es que quisiera casarme con él... Hasta que le di el «Sí, quiero». Lo que creí que sería mi «Felices para siempre» solamente me duró unos meses. Cal guarda un secreto. Un secreto que hace que, para amarlo, haya que pagar un precio; y ser su esposa me costó más de lo que esperaba.